Las aficiones del Canarias y el Herbalife Gran Canaria dan una lección de señorío
domingo, 4 noviembre, 2012 - 04:11
Dos aficiones unidas, rivales en la cancha, pero unidas en el sentimiento por un vínculo común: el basket. El Pabellón Insular de Tenerife Santiago Martín vivió este domingo la gran fiesta del baloncesto canario, coincidiendo con la reedición en la élite del derbi entre el CB Canarias y el Herbalife Gran Canaria. Enemigos del pleito insular y canarios por encima de todo, la afición aurinegra y la amarilla, la tinerfeña y la grancanaria, dieron hoy una lección de señorío.
Volcadas con sus respectivos equipos durante un intenso duelo de máxima rivalidad regional, los seguidores de ambos bandos pintaron de colorido el recinto de Los Majuelos. Más allá de lo sucedido sobre el parqué, victoria visitante por 71-76, las dos aficiones protagonizaron un bonito intercambio de cánticos al cierre del encuentro, un gesto sincero de hermanamiento entre dos clubes con mucho en común.
Orgullosos de haber crecido como dos equipos modestos de patio de colegio, en el mejor de los sentidos, primero Anchieta, luego la Universidad y, sobre todo, el Colegio Luther King, en el caso de los tinerfeños; y la cancha del Claret, en Obispo Rabadán; García San Román y Tamaraceite, en el caso de los grancanarios, fueron escenarios en su día de una sana rivalidad regional.
Varias décadas y muchas vicisitudes después, aurinegros y amarillos se encontraron este domingo en la mejor Liga de Europa. Lo hicieron en medio de un gran ambiente festivo, impregnado por la cordialidad que siempre marcó la relación de ambas hinchadas, la misma que marca el estrecho vínculo de amistad de los dos técnicos y las dos directivas.
Hubo intercambio mutuo de aplausos, muchos guiños de complicidad y un cántico, el de los vencedores, que llegó al alma de los anfitriones, recién llegados a la categoría: los más de 200 amarillos que acudieron al derbi se despidieron hasta el año que viene de los aurinegros, convencidos de que el CB Canarias conseguirá su objetivo de la permanencia. Un bonito broche para un ejercicio de civismo entre dos aficiones rivales en la cancha pero hermanadas fuera de ella.